Descripción de la obra
Hubo un libro en el que dos voces hablaron de cómo repica el agua, suena el viento y surgen las palabras para las mujeres de una España medieval. Moras y cristianas se llamaba el excelente texto en el que Ángeles Irisarri y Magdalena Lasala, engarzaban su escritura como en un collar en que cada cuenta era una voz de mujer ora mora ora cristiana. Ahora Lasala nos presenta La estirpe de la mariposa, un eco melodioso de morería en una historia que comienza el año 929 cristiano, y que recorre parte de la dinastía de los Omeya. En ese tiempo también se va ampliando el paisaje con la creación de la ciudad del esplendor, la más bella ciudad pensada, Madinat al Zahrá.
Lasala sabe bien abonar la certeza de la Historia con la historia cotidiana intuida, pues a las favoritas en los harenes les pone nombre; a la pasión y a la sabiduría les señala ocasión, y si los escritos de otros siglos dan nombres de hombres y les atribuyen la cualidad del buen guerrero, la escritora narra batallas personales, emociones que nacen del conocimiento y de cómo se atempera el semblante cuando al gesto el amor se abraza. En su peregrinaje por Córdoba y el califato, Lasala siembra las bellas tierras de ardides, tragedias y amores que no desea que se hurten pues sabe que hay una historia sencilla que es como la hierba que inadvertida crece. Así que describe la tibieza cotidiana del esplendor de días ricos pues le importa más cómo nombrar cada gota de agua del río que el caudal de su corriente, por eso Lasala inventa bien: porque ha ido a contarnos sobre las ausencias que rodean un linaje.
Dice la autora que no hubo Zayyán, Nûr, Sabay y Hawâ, las mujeres de la estirpe de la mariposa. Y dice el lector que ellas son bien ciertas, pues allí están para descubrirnos la emoción del califa Abd al Rahman III pues, aunque no lo certifique la historia, si hubo de haberla esa noche distinta en que la pasión dibujó el futuro de la mítica Madinat al Zahrá. Y que si estuvo bien censado Al Hakam II en todos los libros, y de él se afirma que hizo propagar la música, la escritura y el poema, Lasala le imagina serenidad por el placer de amar y ser amado. O Al Mansûr, gobernador en el califato de Hixam II, del que se conoce ambición y fuerza, y al que la escritora desasosiega con ese temor a debilitarse en el amor por una misma mujer. Así, si hubo omeyas también estuvieron presentes las mujeres que colgaron en su cuello una mariposa como signo de su estirpe.
Lasala ha escrito una novela que se vierte agorera y bella y que surca cautivando a quien la lee. La historia de un tiempo en el que ha puesto el énfasis en las cosas que pudieron ser. Seguramente las más ciertas
