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Hombre Sonriente, el (A 523)


Autor: MANKELL, HENNING.

Editorial: Tusquets Editores, S.A.

Colección: ANDANZAS

Nº de colección: 523

Idioma: Castellano

Estado: Consultar disponibilidad

Precio: 19.00€


ISBN: 978-84-8310-253-4

Año: Ene 2004

Encuadernación: Rústica / Tapa Blanda

Descripción de la obra


En La leona blanca, la anterior entrega de esta serie policiaca protagonizada por Kurt Wallander, habíamos dejado al entrañable inspector a punto de abandonar el cuerpo de Policía. Pero unas extrañas muertes, que recuerdan a ciertos casos que antaño quedaron sin resolver, lograrán arrastrar a Wallander a una vertiginosa aventura en la que confluyen una ambición sanguinaria y la corrupción de determinados círculos de la alta sociedad sueca.

El abogado Torstensson conduce inquieto su vehículo a lo largo de una carretera solitaria. Es noche cerrada y el hombre mira constantemente por el espejo retrovisor, tratando de descubrir si le persigue algún coche. De repente, delante de él, ve una silla plantada en medio del asfalto, y en ella, un muñeco del tamaño de un ser humano. Es otoño y la niebla ha ido arrastrándose hasta las laderas de Brösap. Torstensson frena en seco y, aterrado, sale de su automóvil para ver de cerca la fantasmagórica aparición. Es lo último que hace en su vida. Muy poco después, Wallander se verá inmerso en un complicado caso de delincuencia económica de altos vuelos. Pero la sensación de estar luchando contra un enemigo intangible -un adinerado y autoritario mecenas-, la permanente sonrisa amenazadora del principal sospechoso y una vaga impresión de que su vida corre peligro pondrán a prueba la capacidad de reacción de Wallander.

Primer capitulo :

La niebla , pensaba.

Es como un depredador furtivo y silencioso. Jamás lograré habituarme a ella, pese a que toda mi vida ha transcurrido en Escania, donde las personas aparecen constantemente envueltas en su manto invisible.

Eran las nueve de la noche del 11 de octubre de 1993.

La bruma se había precipitado veloz, como un torbellino, procedente del mar. Él iba al volante, de regreso a la ciudad de Ystad, donde residía. Su vehículo hendió la blancura brumosa apenas hubo dejado atrás las laderas de Brösarp.

Una intensa sensación de temor lo invadió al punto.

Me asusta la niebla , admitió para sí. Cuando más bien debería temer al hombre al que acabo de visitar en el castillo de Farnholm. Ese hombre de aspecto amable cuyos terribles colaboradores andan siempre apostados tras él, los rostros bañados en sombras. En él debería estar pensando; y en lo que ya sé que se esconde tras su afable sonrisa y su halo de integridad, de ciudadano que se halla por encima de toda sospecha. Él debería infundirme temor, y no la niebla que se adentra despaciosa desde el golfo de Hanö. Él, de quien ahora sé que no duda en matar a quienes entorpecen sus planes.

Puso en marcha los limpiaparabrisas a fin de eliminar la humedad condensada sobre la luna delantera. No le gustaba conducir en la oscuridad de la noche, pues los reflejos de las farolas sobre el asfalto le impedían distinguir con claridad las liebres que, en precipitada carrera, se cruzaban ante el vehículo.

Tan sólo una vez, en toda su vida, había atropellado a uno de esos animales, hacía ya más de treinta años. Fue una tarde de primavera en que se dirigía a Tomelilla. Aún era capaz de rememorar la violenta presión inútil del pie sobre el pedal del freno que precedió a la colisión del blando cuerpo contra la chapa. Atrás había quedado el animal, tendido sobre el piso en nerviosa agitación de sus extremidades inferiores, las superiores, paralizadas, los ojos observándolo fijamente. Se obligó a buscar por el arcén hasta hallar una piedra que, con los ojos cerrados, estrelló contra la cabeza de la liebre. Acto seguido, se apresuró a regresar al coche, sin mirar a su alrededor.

Nunca pudo olvidar la mirada de la víctima, ni el pataleo compulsivo de sus patas traseras. Un recuerdo del que jamás había logrado deshacerse y que, recurrente, le asaltaba la memoria cuando menos lo esperaba.

Meneó la cabeza en un intento por zafarse de aquella sensación tan desagradable.

Una liebre que lleva muerta más de treinta años puede perseguir a un hombre sin causarle ningún daño , se animó. Con los vivos tengo más que de sobra.

De pronto, se dio cuenta de que miraba el retrovisor con más frecuencia de la habitual.

No hay duda de que tengo miedo , resolvió. Acabo de tomar conciencia de que, en realidad, me he dado a la fuga; estoy huyendo de lo que he descubierto que se esconde tras los muros del castillo de Farnholm. Además, sé que ellos saben que yo sé. Pero, ¿cuánto sé yo? ¿Tal vez lo suficiente como para que les inquiete que rompa el juramento de silencio profesional que presté al finalizar mis estudios y convertirme en abogado? Aquello sucedió hace ya muchos años, en un tiempo remoto en el que cumplir el juramento constituía aún un deber sagrado. ¿Acaso temen la conciencia del anciano abogado?

El espejo retrovisor le devolvía la imagen de la negrura; le revelaba que estaba solo en la niebla. En poco menos de una hora, habría llegado a Ystad.

La idea lo animó por un instante. Concluyó que no habían ido tras él. Al día siguiente decidiría qué hacer. Hablaría con su hijo, que también era abogado y copropietario del bufete. A lo largo de su vida había aprendido que siempre había una solución; también en aquella ocasión.

Tanteó en la oscuridad hasta dar con la radio. Una voz masculina que hablaba de los últimos avances en la investigación genética inundó el interior del coche. Las palabras discurrían por su conciencia, sin dejar rastro. Miró el reloj y comprobó que eran casi las nueve y media. El retrovisor seguía sin mostrarle otra cosa que oscuridad. Pese a que la niebla parecía espesar de forma creciente, pisó levemente el acelerador, sintiéndose más tranquilo a medida que aumentaba la distancia que lo separaba del castillo de Farnholm. Con todo, cabía la posibilidad de que su angustia fuese injustificada.

Trató de obligarse a pensar con claridad.

Proyecto financiado por la Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura, Ministerio de Cultura y Deporte» y «Financiado por la Unión Europea-Next Generation EU