Descripción de la obra
Realidad ficticia, ficción real: éste es el rasgo esencial del teatro. La ficción se hace arte, y el arte, realidad. Arte vivo que intensifica la vida, vida que se transforma en arte. La naturaleza del teatro sólo se puede expresar mediante la paradoja: una ficción que se hace real, y una realidad que sólo existe por ser ficción. Se niega lo real para poder hacer real la ficción. Ni la ficción es tan ficticia, ni la realidad es tan real como parece ser. El ser participa del no ser, y el no ser, del ser.
El teatro instaura una experiencia única de reunificación, de "completitud", entre el ensueño de la ficción que sostiene el deseo y la realidad de la "visión", que hace posible la representación. Tanto el actor como el espectador viven -han de vivir- esa unificación. El teatro dignifica, intensifica y eleva la vida, "teatralizándola", así como la vida dignifica, intensifica y nutre al teatro, "vivificándolo".
Entre su ser y el ser del otro, entre el actor y la máscara del personaje, está el vacío del no ser, la nada. El actor da el salto de ser él a ser otro sin temor, no se para liza ante el abismo. Acepta el riesgo de la disolución, confía en sí mismo, se atreve. Para ello ha de comprender y aceptar su propio vacío: desprenderse de su yo al darse cuenta de que es sólo una apariencia, una máscara más. Pero para poder realizar esa transmutación, el actor necesita la presencia de los otros. Aisladamente no puede salir de sí. El actor ha de actuar, no para sí, sino para el placer de los otros.
La forma es la apariencia-, del ser y, por tanto, la materia específica del arte tea tral. Para existir, la forma ha de vencer el caos, lo ilimitado, lo indiferente. La apa riencia de las formas pone orden al mundo. Representa un equilibrio, pero un equili brio inestable, ya que las formas cambian constantemente. Aspiran a la quietud y la eternidad, pero son siempre efímeras.