Descripción de la obra
La vida de Séraphine Louis, conocida como Séraphine de Senlis, resulta tan extraña y azarosa que recuerda un poco a las vidas de los santos antiguos, a aquellas leyendas doradas en las que la existencia de los propios santos es incierta, casi inmaterial.
Nace el 2 de septiembre de 1864 en Arcy, en la región de l'Oise al norte de París, en una familia humilde. Su madre fallece el día que Séraphine cumple un año y su padre cuando aún no ha cumplido los siete. Trabaja desde muy pequeña, primero como pastora, luego como mujer de la limpieza en las casas de las familias acomodadas de la pequeña ciudad de Senlis. No tiene formación académica, ni referencias estilísticas, jamás recibe una lección de pintura y nadie sabe cuándo empieza a plasmar en formas y colores sus impulsos y visiones. Los pocos vecinos de la región que han visto sus cuadros se burlan de sus telas tornasoladas, en las que los árboles y las flores se convierten en seres vivos e inquietantes, hasta que un día llega a la región un coleccionista alemán procedente de París.
Wilhem Uhde, descubridor de Picasso, Braque y Rousseau, se traslada a Senlis huyendo del clima opresivo en su Alemania natal y se fija en el trabajo de Séraphine. El encuentro entre ambos transformará para siempre la existencia de la pintora, dando a conocer su obra en los círculos más vanguardistas y refinados de la capital francesa y relegándola posteriormente a la miseria y el olvido.
Séraphine, cuya obra se compara con la de Arcimboldo y Van Gogh pasa los últimos diez años de vida ingresada en el hospital psiquiátrico de Clermont-de-l'Oise, sin pintar, ajena al éxito internacional de su obra emergente, y muere bajo la ocupación alemana, en 1942.