Descripción de la obra
Tanto el idealismo antiguo como la razón histórica moderna elaboraron sus respectivas representaciones del tiempo sobre el cotejo de la plenitud (la Unidad, el Ser, el Absoluto, siempre necesarios) con la fugacidad de las existencias particulares que así resultaban puramente aleatorias y desechables hasta su fin en despojo, en carroña. En tal construcción, que para Aristóteles era la propia de la poesía, la preservación del Todo y el dominio de lo excelente que resultaba de emular el modelo ejemplar, eran cosas bastantes para legitimar el sacrificio de lo que, a su lado, quedaba como meramente superfluo, o sea, la vida carnal que, en efecto, se pierde. ( Se canta lo que se pierde es por ello el lema inverso de otra poesía -lo que nosotros llamamos lírica - atenta a la suerte de gozo y lástima de esa fugacidad). Pero entre aquellas dos ideaciones, antigua y moderna, convergentes en una misma condición sacrificial, hubo además el tercero en discordia que representó el cristianismo y su compleja elaboración de una promesa precisamente dirigida a esa carnalidad por igual condenada en aquellas dos tramas argumentales. Aun así, ¿no contiene el cristianismo -se pregunta este libro- otro relato de los orientados a un futuro de gloria para cuyo alcance -por tanto- habrá sido necesario un juicio selectivo en el que resultará asimismo condenado lo que, de por sí, ya ha fracasado? En estas páginas son visitados Virgilio y Lucrecio, Tertuliano y Agustín, y en un segundo tiempo o bloque Baudelaire y Tocqueville, Unamuno y Roland Barthes, mientras son concitados otros muchos poetas y filósofos.
Enrique Andrés Ruiz (Soria, 1961) ha publicado, entre otros, libros de poemas como Más Valer (1994), El Reino (1997), Con los vencejos (2004) o El perro de las huertas (2011), todos ellos en esta editorial. Es asimismo autor de Las dos hermanas. Antología de la poesía hispanoamericana del siglo XX sobre pintura (FCE, 2012) y de los ensayos La visión memorable (Renacimiento, 1995), Vida