Descripción de la obra
Paula Quiñones llega a Azafrán para localizar fosas de la Guerra Civil.
Nada más poner su pie cojo en el pueblo siente que el cielo se encapsula sobre ella y una goma invisible tira de su cuerpo para alejarla de su destino: el hotel de los Beato, ubicado junto a un cartel en el que se lee Azufrón .
Ese verano Paula mantendrá correspondencia con Luz, suegra del detective Zarco y, junto con él, uno de los personajes principales de Black, black, black: le contará sus amores con David Beato en un hermoso jardín.
También le descubrirá sus temores respecto a la existencia de un delator y le relatará las leyendas familiares que alimentan el estómago del hotel.
Mientras tanto, Analía, madre de David, cuida amorosamente de Jesús Beato, dulce patriarca que acaba de cumplir un siglo, y atiende a los mensajes que este le sopla al oído Y, con Zarco ausente, viviendo las peripecias de Un buen detective no se casa jamás, una atmósfera gelatinosa y endogámica amenaza con aplastar a Paula.
El western expresionista se enturbia hasta llegar al extremo de un terror habitado por animales que podrían hablar pero permanecen mudos; una niña que quiso ser cantante y peona caminera; y una famélica legión, sarcástica y piadosa, putrefacta y descacharrante, de fantasmagóricos niños perdidos y mujeres muertas que reclaman, contra el signo de los tiempos, lea despacio .
En un homenaje a Hammett y Rulfo, a Peter Pan y Alicia en el País de las Maravillas, Sanz disecciona los relatos sobre la memoria.
La escritura escarba fuera y dentro, a vista de lombriz y de águila, antes y después, en un magnífico trabajo con el punto de vista que no abole la noción de Historia.
pequeñas mujeres rojas prolonga la posibilidad de la novela política: las voces de la ficción amplifican los miedos de quien toma la palabra y escribe, de modo que todas las voces son la misma y, a la vez, esa sola voz integra una polifonía de ecos, jadeos, gritos, carcajadas, psicofonías y onomatopeyas para imponer silencio